Philip Douglas Jackson es la historia hecha mito, el manejador con nervios de acero que tocó la cima del mejor basquetbol del mundo con una personalidad única.
El trofeo Larry O´Brien se posó sobre sus manos en 2 veces como jugador y 9 ocasiones como entrenador, pero, las formas importan, y mucho; y si hay que evidenciar esa parte, basta decir que aplicó el “Triangulo ofensivo” y entrenó a un par de nombres que marcaron la historia de la duela: Michael Jordan y Kobe Bryant con los Bulls y los Lakers respectivamente. Tanto en Chicago como en Los Angeles orquestó sin perder un ápice de liderazgo y respeto.
Este 17 de septiembre, “El Señor de los Anillos” cumple 75 años llenos de duela, liderazgo y trofeos.
Capítulo I Bulls
Pero ya antes había ganado 5 anillos con los Toros de Jordan, Pipen y compañía. Una mano estaba copada de éxitos, el mejor récord de la historia en la NBA (72-10 hasta ese momento) se estaba construyendo, la punta del iceberg era el sexto titulo.
Aquel último baile de 1998 con los Chicago Bulls significó la cereza en el pastel para la primera parte de la carrera de Jackson; 6 títulos con los Toros y en esa última campaña galardonado como el mejor entrenador del año, el único premio individual que lograría en su historia como coach profesional.
Capítulo II Lakers
Como en la trilogía de “El Padrino” de Francis Ford Coppola, el Capitulo II pudo ser mejor y más lucido que el Capítulo I, esto si hablamos de mayor sabiduría y experiencia con la pizarra táctica y sobre todo mucho mejor manejo de vestidor y egos.
Luego vendrían 3 campeonatos consecutivos con Los Angeles Lakers entre 1999 y 2002 de la mano de un tal Shaquille O’Neal y un magistral Kobe Bryant, el capítulo II digno de la historia enmarcada en el imaginario colectivo.
Dos anillos más entre 2008 y 2010 con un Kobe en su prime y el adiós cada vez más cerca.
20 años después de su primer trofeo Larry O´Brien ya le faltaban dedos para colocar la joyería fina que lo colocaba como el mejor entrenador de la historia.
Hoy, 75 años después de que vio la luz de este mundo, nos hacen falta palabras (así como a él dedos para los anillos) para magnificar el legado de su triangulo ofensivo y las semillas que sembró en el deporte de los aros y las clavadas.
