De la tierra batida a la cancha dura; a diez años de la transición en Acapulco

Hace diez años, en 2013, se jugó por última vez con una superficie de tierra batida en el Abierto Mexicano de Tenis

Desde sus inicios en 1993, el Abierto Mexicano de Tenis se jugaba en una superficie de arcilla —la más lenta de todas—, pero la organización decidió cambiarla por cancha dura, para atraer a más y mejores tenistas.

Aquel último año en que el AMT se disputó con el polvo de ladrillo como superficie, fue precisamente un especialista en la materia quien se coronó campeón.

Rafael Nadal, el rey de la arcilla, consiguió el último título que se disputó bajo esas circunstancias en las playas de Acapulco, cuando venció a su compatriota David Ferrer en dos sets (6-0 y 6-2).

Sin embargo, para que el Abierto Mexicano pudiera crecer el cambio era necesario y por ello se invirtieron alrededor de 1.1 millones de pesos, para modificar las seis canchas y transformarlas a una superficie más amigable para los jugadores.

La razón fundamental del cambio fue la inclusión de mejores jugadores en el cartel del certamen, de hecho el director del Abierto, Raúl Zurutuza, comentó en 2010 que uno de los objetivos era llevar a Juan Martín del Potro.

Dicho objetivo se cumplió, pues el argentino fue uno de los grandes nombres que han disputado el torneo de Acapulco, y fue campeón en 2018.
Desde 2014, el torneo mexicano se ha disputado en superficie dura y en su edición 30, nombres como Carlos Alcaraz, Casper Ruud y Taylor Fritz.

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